La guerra de nuestra generación

Había una vez, mi mujer por un freno súbito se cayó de la bicicleta y quedó herida gravemente chocándose contra el bordillo recto de la acera. Los testigos españoles muy amables nos acercaron, con su tono y mirada muy preocupante, y nos llamaron a la policía y a la ambulancia. Estábamos muy conmovidos porque veníamos de un país donde poca gente se atrevía a cuidar a los caídos en la plena calle por el temor de una posible calumnia de que el cuidador fuera el culpable de la caída.

Apenas tenía tiempo para disfrutar más de esa atmósfera amistosa, cuando me despertó una sirena estridente. Bajaron del coche dos policías, jóvenes y muy altos para mí tamaño, quienes al ver que nosotros, una sentada en el bordillo con la boca tapada de un pañuelo, empapado de sangre, y el otro con su cuerpo encorvado por dos mochilas, una delante del cuerpo y el otro detrás, me dirigieron que podían ayudarme a llevar una. Me quedó en aquél entonces caviloso sin poder contener la idea de que un policía español insensibilizado me registró mis pertenencias, brillaron sus ojos cuando él sacó un NIE caducado y me desterró de la tierra porque era yo un “inmigrante ilegal”. La antipatía era tan evidente que uno de los dos me preguntó: ¿No confías mucho en la policía, ¿eh?

A decir la verdad, NO, hasta tal punto que ya llevamos, mi mujer y yo, un mes entero sin pisar ni una vez a la calle durante este confinamiento, y que ni siquiera me atreve a asomarme de la ventana cuando aplaudimos cada día a las 20.00. Un día cuando leímos del periódico que la policía y la Benemérita iban a acogerse a la Ley mordaza, con el corazón en un puño, pasé varias noches en vigilia calculando todas las posibilidades de volver a mi país de origen esquivando las vigilancias de la policía, tanto de calle como de los balcones. Esa histeria no se apacigua nada, hasta el día 10 de abril, encontré este artículo de Jesús Rodriguez, “La guerra de nuestra generación” publicado en El País.

Era la primera vez que conocí la existencia de los militares españoles. Esa permanencia del desconocimiento tiene que ver con la carencia de animosidad entre España y mi país natal, China. Allí solo nos importan los militares japoneses y los americanos. Aquél como una sombra que proyecta en nuestro pasado ha tallado en nuestro sangre y cuerpo una enemistad fanática, y éste como una águila que siempre busca su próxima presa ha sido el umbral que algún día vamos a  traspasar. Y los españoles, que me suscita gran interés, al ver que los soldados esparcen desinfectantes en las residencias y al vislumbrar sus rostros cansados pero firmes detrás de sus máscaras, ¿cómo son ellos?

Me gusta mucho la historia, por eso encontré este libro por internet, Aproximación a la historia militar de España, del Ministro de Defensa. En el tercer tomo, nos cuenta el autor los episodios bélicos significativos de la historia militar del ejército español. Me asombra tanto de ver que el primer episodio bélico es el asedio de Numancia por Roma, una derrota, sí, pero con gran honor. También es una historia de los celtíberos, que en mi opinión es un pueblo tan pequeño y lejano que tiene poco que ver con los residentes españoles de hoy. ¿Qué significa esta historia distante que prevalece todos los encuentros bélicos españoles? Acaso sea mi interpretación demasiado subjetiva, pero encuentro aquí un llamamiento a la resistencia, a todos los españoles, tanto militares como civiles, nativos e inmigrantes, siempre que habitemos en esta tierra, no importa donde nacimos, ni tampoco importa nuestro riqueza, nuestro lenguaje, nuestra raza, somos “españoles” y tenemos que ser resistentes, que no rindamos nunca a ningún invasores, sean un adversario humano, vírico o financiero.

Numancia Alejo Vera Estaca 1881.jpg

La segunda en la lista es la batalla campal de las Navas de Tolosa, en que todos los reyes cristianos, después de la pérdida del castillo de Salvatierra, dejaron aparte sus diferencias, colaborándose para vencer la tropa almohade. Era una victoria contundente y esa victoria no tiene mejor interpretación hoy que la colaboración, la cooperación y la coordinación entre todos los partidos y todos los gobiernos de cada CC.AA.. No entiendo mucho de la política española, pero creo que todavía no ha llegado el tiempo para reprocharse y echarse la culpa. Ante este enemigo virulento sin precedente no hay el “mejor” plan, cualquier plan basándose en la situación española en vez de en una toma de decisión extranjera será el plan que debemos todo cumplir, porque la gravedad de influencia del virus en cada país es diferente y ningún gobierno quiere intencionalmente dejar en apuro a sus ciudadanos.

Batalla de las Navas de Tolosa, por Francisco van Halen.jpg

Me fascina también la batalla del Garellano, no solo por el artificio del Gran Capitán, sino también por la situación estancada a ambas orillas de este río antes del empiezo de la batalla que deja constancia otra gran victoria española. Si afligen tanto a los ejércitos españoles como a los franceses la misma lluvia, insalubridad, hambruna y el frío, ¿por qué son los españoles los que se levantan y que atacan, con mentes claras, pasos firmes y moral elevada? Porque la gente que nace y que vive en esta tierra es la más dura, es la que aguanta cualquier aprieto, la que supera cualquier desventaja, la que conquista cualquier dificultad.

Bayard sur le pont du Garigliano.jpeg

Con la resistencia y la colaboración, hemos pasado juntos un mes entero. Ya me han despejado todas las sospechas sobre la determinación de los españoles para vencer a este virus. Aguantemos unos días más, y disfrutemos los últimos días para prepararnos para un desafío aún por llegar, pero esta vez podemos abrazarnos para adelantar. ¡Viva España!

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